lunes, 15 de octubre de 2007

Adolf Hitler


Máximo dirigente de la Alemania nazi (20 de abril de 1889 en Braunau am Inn, Austria – 30 de abril de 1945 en Berlín). Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible.

En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo del nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles (1918).

De vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del que pronto se convertiría en dirigente principal, rebautizándolo como Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Dicho partido se declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antisocialista, antiliberal, antidemócrata, antipacifista y anticapitalista, aunque este último componente revolucionario de carácter social quedaría pronto en el olvido; este abigarrado conglomerado ideológico, fundamentalmente negativo, se alimentaba de los temores de las clases medias alemanas ante las incertidumbres del mundo moderno. Influenciado por el fascismo de Mussolini, este movimiento, adverso tanto a lo existente como a toda tendencia de progreso, representaba la respuesta reaccionaria a la crisis del Estado liberal que la guerra había acelerado.
Sin embargo, Hitler tardaría en hacer oír su propaganda. En 1923 fracasó en un primer intento de tomar el poder desde Múnich, apoyándose en las milicias armadas de Ludendorff («Putsch de la Cervecería»). Fue detenido, juzgado y encarcelado, aunque tan sólo pasó en la cárcel un año y medio, tiempo que aprovechó para plasmar sus estrafalarias ideas políticas en un libro que tituló Mi lucha y que diseñaba las grandes líneas de su actuación posterior.
De nuevo en libertad desde 1925, Hitler reconstituyó el NSDAP expulsando a los posibles rivales y se rodeó de un grupo de colaboradores fieles como Goering, Himmler y Goebbels. La profunda crisis económica desatada desde 1929 y las dificultades políticas de la República de Weimar le proporcionaron una audiencia creciente entre las legiones de parados y descontentos dispuestos a escuchar su propaganda demagógica, envuelta en una parafernalia de desfiles, banderas, himnos y uniformes.
Combinando hábilmente la lucha política legal con el uso ilegítimo de la violencia en las calles, los nacionalsocialistas o nazis fueron ganando peso electoral hasta que Hitler -que nunca había obtenido mayoría- se hizo confiar el gobierno por el presidente Hindenburg en 1933.
Desde la Cancillería, Hitler destruyó el régimen constitucional y lo sustituyó por una dictadura de partido único basada en su poder personal. El Tercer Reich así creado fue un régimen totalitario basado en un nacionalismo exacerbado y en un complejo de superioridad racial sin fundamento científico alguno (basado en estereotipos que contrastaban con la ridícula figura del propio Hitler).
Tras la muerte de Hindenburg, Hitler se hizo nombrar Führer o «caudillo» de Alemania y se hizo prestar juramento por el ejército. La sangrienta represión contra los disidentes culminó en la purga de las propias filas nazis durante la «Noche de los Cuchillos Largos» (1934) y la instauración de un control policial total de la sociedad, mientras que la persecución contra los judíos, iniciada con las racistas Leyes de Núremberg (1935) y con el pogromo conocido como la «Noche de los Cristales Rotos» (1938) culminó con el exterminio sistemático de los judíos europeos a partir de 1939 (la «Solución Final»).
La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución de Alemania, basada en desviar la atención de los conflictos internos hacia una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista italiana, con la que intervino en auxilio de Franco en la Guerra Civil española (1936-39), ensayo general para la posterior contienda mundial; y completó sus alianzas con la incorporación del Japón en una alianza antisoviética (Pacto Antikomintern, 1936) hasta formar el Eje Berlín-Roma-Tokyo (1937).

La Alemania nazi de la pre-guerra
Hitler, como dirigente de Alemania, ordenó la creación de un automóvil asequible para todos los ciudadanos, al que pensaba llamar «el vehículo del pueblo» (Volkswagen). Dicho automóvil fue diseñado y creado por Ferdinand Porsche. De ésta forma nació el coche más vendido de la época, el Volkswagen (que ahora es una marca, y entonces era el modelo) conocido después como el Escarabajo (el más vendido de la historia hasta 2007 es el Toyota Corolla, aparecido en la década de los 60 del siglo XX).
Promovió un estado del bienestar cimentado sobre la creación de una seguridad social parcial, controlando el precio de la vivienda para que fuera asequible a todos los ciudadanos (las hipotecas suponían aproximadamente un 7% del salario de un alemán medio) y apoyando un nuevo concepto consistente en las vacaciones de ocio asequibles a la parte del pueblo que comulgaba con las ideas del régimen y eran catalogados como arios, financiando éste bienestar parcial con la venta y usurpacion de bienes a las minorias no arias, junto con el trabajo esclavo de ésta parte del pueblo en las fábricas (como Siemens AG e Industriehof en el campo de Ravensbrück) que apoyaban el régimen.
Entregó a los campesinos arios tierras en propiedad que anteriormente pertenecían al Estado.
En 1935, Alemania exhibió una mejora sustancial en términos macroeconómicos, los índices de desempleo bajaron y la economía se vio fortalecida por un crecimiento interno superior al resto de las naciones europeas.
Dueño absoluto de Alemania, mostró sus éxitos contra el paro y en política exterior (reincorporación del Sarre y remilitarización de la Renania en 1936), lo que le valió el apoyo popular. La inauguración de los XI Juegos Olímpicos, en agosto de 1936, dio el espaldarazo definitivo a la televisión en general y al régimen en particular: se estiman en 150.000 los espectadores que pasaron por las distintas salas públicas de visión.
En 1937, la Alemania de Hitler alcanzó el mayor nivel de desarrollo desde la I Guerra Mundial. Se ampliaron los programas de salud social parciales, se mejoraron los niveles de vida de la tercera edad (se aprobó la eutanasia selectiva no-voluntaria), los niveles de seguridad social parcial se vieron poderosamente reforzados. Aunados además a una mejor urbanización, los niveles generales de la clase media se vieron incrementados. La población en general percibió que la Alemania post Versalles había desaparecido y surgía un potente espíritu nacionalista.
A fines de ese mismo año, Hitler reunió a su Estado Mayor General (OKH) y les expresó su deseo de iniciar una guerra contra los eslavos. Esto se ratificó el 28 de mayo de 1938 en la segunda reunión.
El 1 de octubre de 1938 se verifica la Anexión de Austria y de los Sudetes al territorio alemán, denominada Anschluss. Con ello, Hitler ganaba dividendos políticos al anexar este territorio ocupado por alemanes propiamente dichos y descendientes de alemanes.
Continuó la persecución de los judíos, promulgando leyes contra sus derechos más elementales y un ataque directo en la «Noche de los cristales rotos».
Hitler, como un hábil orador y experto en la manipulación de masas, promovió y apoyó las investigaciones sobre la televisión, primero instalando en Berlín un estudio de televisión (llamado Paul Nipkow, que emitió hasta el año 1944) dotado de la televisión electromecánica de diseño Baird, luego requiriendo los servicios del propio John Logie Baird y más tarde apostando fuerte por la televisión electrónica (con tubo de imagen o iconoscopio). A mediados de los años 40 Alemania contaba con la mayor red de televisión del mundo, teniendo sus distintas sedes unidas por cable.
En 1939, se verifica la Ocupación de Checoslovaquia en el marco de la anexión germana.
El 23 de agosto de 1939, Hitler recibió la confirmación de la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov convenido con la URSS; Hitler jugaba al ajedrez con el inminente escenario bélico.
El 23 de octubre 1939, pocos días después de la Invasión de Polonia, firmó la Orden de Eutanasia denominada Programa Gnadentod autorizando a la Comisión creada por Himmler denominada Comisión para la Curación y el Cuidado del Reich a su aplicación inmmediata bajo la supervisión del director de la Cancillería Philip Bouhler y ejecutada por SS Viktor Branck y Verner Blankenburg. Se eliminaron 60.000 discapacitados mentales y físicos, desarrollándose a gran escala en dos años, menguando en agosto de 1941, pero sin llegar a interrumpirse en ningún momento.
Otros programas de purificación racial también fueron autorizados por Hitler, tales como la persecución y asesinato de homosexuales.

La Segunda Guerra Mundial
Apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los territorios de habla alemana: primero se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje pacífico (1933); luego forzó el asesinato de Dollfuss (1934) y el Anschluss o anexión de Austria (1938); a continuación invadió la región checa de los Sudetes y, tras engañar a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones (Conferencia de Múnich, 1938), ocupó el resto de Checoslovaquia, la dividió en dos y la sometió a un protectorado; aún se permitió arrebatar a Lituania el territorio de Memel (1939). Pero, cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir Polonia, Francia y Gran Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Hitler había preparado sus fuerzas para esta gran confrontación, que según él habría de permitir la expansión de Alemania hasta lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión del estallido bélico había reforzado su alianza con Italia (Pacto de Acero, 1939) y, sobre todo, había concluido un Pacto de no-agresión con la Unión Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia.
El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos los frentes durante los primeros años de la guerra, haciendo a Hitler dueño de casi toda Europa mediante una «guerra relámpago»: ocupó Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia, Grecia. (mientras que Italia, España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia eran sus aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban una neutralidad benévola).
Sólo Gran Bretaña resistió el intento de invasión (batalla aérea de Inglaterra, 1940-41); pero la suerte de Hitler empezó a cambiar cuando lanzó la invasión de Rusia, respondiendo tanto al ideal anticomunista básico del nazismo como al proyecto de arrebatar a la «inferior» raza eslava del este el «espacio vital» que soñaba para engrandecer a Alemania (1941). A partir de la batalla de Stalingrado (1943), el curso de la guerra se invirtió y las fuerzas soviéticas comenzaron una contraofensiva que no se detendría hasta tomar Berlín en 1945; simultáneamente se reabrió el frente occidental con el aporte masivo en hombres y armas procedente de Estados Unidos (involucrados en la guerra desde 1941), que permitió el desembarco de Normandía (1944).
Derrotado y fracasados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a abandonarle sus colaboradores y la propia Alemania era arrasada por los ejércitos aliados; en su limitada visión del mundo no había sitio para el compromiso o la rendición, de manera que arrastró a su país hasta la catástrofe y finalmente se suicidó en el búnker de la Cancillería de Berlín donde se había refugiado, después de haber sacudido al mundo con su sueño de hegemonía mundial de la «raza» alemana, que provocó una guerra total a escala planetaria y un genocidio sin precedentes en los campos de concentración.

Muerte de Hitler
Los detalles de su muerte siguen siendo debatidos y no comprobables todavía al ciento por ciento. La versión oficial de los aliados —que concuerda con la versión dada por su secretaria personal, Traudl Junge, en el libro Hasta la última hora: la secretaria de Hitler cuenta su vida (Bis zur letzten Stunde: Hitlers Sekretärin erzählt ihr Leben), con la versión de Joachim C. Fest, historiador y biógrafo, en El hundimiento (Der Untergang) así como la biografía del General Freytag von Loringhoven— indica que Hitler renunció a intentar huir de Berlín y se suicidó con un tiro de pistola y, al mismo tiempo, ingiriendo una cápsula de cianuro en su Führerbunker, a 15 m de profundidad en el subsuelo del edificio de la Cancillería en Berlín, junto a su nueva esposa Eva Braun y rodeado de unos pocos incondicionales, el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo, dirigido por el mariscal Zhúkov, tomaba Berlín y se encontraba a menos de 300 m del búnker.

Legado de Hitler
Durante los Juicios de Nuremberg se acusó a 611 personas, integrantes de las diversas instituciones del Tercer Reich, de cinco delitos: complot, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad (exterminio), crímenes contra la paz y genocidio. Los principales jerarcas nazis apresados fueron condenados a la horca o a largas penas de prisión; otros murieron en los meses que siguieron a la caída de Berlín.
El nazismo y cualquier reminiscencia ideológica afín fueron prohibidos en casi toda Europa; de hecho no se pueden publicar bibliografías, esvásticas y otros símbolos sin riesgo de cometer falta o delito punible. Sin embargo, la discriminación antisemita permaneció hasta bien entrada la década de los 60, sobre todo en países americanos. Muchas reminiscencias de esa época, encubiertas en doctrinas militares, sociales y políticas empresariales, aún perduran en el mundo.

FUENTES:


Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña.

Es mejor matar 10 inocentes, que dejar que escape un culpable.

La guerra futura será terriblemente sangrienta y feroz la guerra será lo que yo quiera que sea, la guerra soy yo.

Si la guerra esta perdida, no me importa que mi pueblo sufra, no derramare una sola lagrima por el, ¡no merece nada mejor!

Con el tiempo uno se arrepiente de haber sido tan bondadoso.

Para que imitar la basura de los demás...Si de mi Brota la perfección.




www.Tu.tv

2 comentarios:

Joan Anderson dijo...

"Con el tiempo uno se arrepiente de haber sido tan bondadoso."... no sabia que habia dicho eso... si con lo que hizo fue bondadoso segun el, si hubiese estado malito anda a saber que se lo ocurria...

Fátima dijo...

Medio patéticas las frases pero bueno...algo tenia que poner aunque me dio un poco de verguenza ajena.
La etiqueta de villano le queda corta tendria que haberle puesto ASESINO...o mejor GENOCIDA esas le van como anillo al dedo.

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